Autor Tema: Martín Contreras: El Señor De Los Caballos  (Leído 1085 veces)

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Martín Contreras: El Señor De Los Caballos
« : Agosto 23, 2016, 03:27:07 pm »
Por Sandra Martínez Imagen: Camilo Rozo Agosto 19 de 2016

El colombiano Martín Contreras vive en Australia y adiestra equinos en completa libertad, un método que sorprende desde principiantes hasta expertos en la materia. Diners conversó con él en su más reciente viaje al país.

Hace frío y sopla un viento fuerte y constante. Martín Contreras entra en el picadero del Club Bacatá vestido de jean y una camisa a cuadros. No viene solo. Viene acompañado de Barichara, una yegua gris a la que no ha visto desde hace un año. Entran con calma. Luego de unos cuantos minutos es como ver a dos viejos amigos. Martín le susurra al oído, la acaricia. Mueve los brazos hacia arriba, hacia abajo y Barichara, tranquila, camina, hace giros, corre, levanta las orejas, descansa, come zanahoria. Nada los separa, no hay aperos, barreras ni fustas. Solo ellos dos.

Martín practica un método de entrenamiento conocido como adiestramiento en libertad, que busca profundizar la relación entre el caballo y el jinete, crear una conexión magnética entre los dos para mejorar comportamientos. Y lo aprendió directamente de la mujer que lo creó: la estadounidense Carolyn Reysneck.

“Es la puerta que me gusta compartir con la gente para abrir un camino de empatía entre la persona y el caballo, para ver qué necesita, qué le hace falta. Todo lo que haga va a redundar en armonía, en una mejor relación, y se supone que todos estamos buscando eso. Además, considero que es la mejor base, ya sea para tener una mascota en el potrero o un atleta de deporte de élite”, explica.


Gabriela Ramírez, la dueña de la yegua Barichara, asegura que Martín les enseña a estos animales por las buenas. “Tienen ganas de aprender; confían mucho en las personas”, dice. Además de tratar a Barichara, este joven le ayudó con once más que eran utilizados como zorras, pero que ahora descansan en la finca de Ramírez. “Eran un poco agresivos y él les ayudó a estar más tranquilos”, explica.

“Creo que les damos poco crédito a los caballos, decimos que no tienen capacidad para resolver problemas, pero es mentira. Son muy empáticos y están en un constante cambio”, asegura Martín, quien cree, además, al igual que el famoso domador argentino de caballos, Martín Ochoteco, que la clave está en observar, escuchar. tener paciencia y no ser violentos.

PRIMERO TEMOR, LUEGO AMOR

Martín Contreras tiene 36 años, nació en Bogotá y cuenta que, pese a que creció en medio de una familia caballista, tenía miedo de montar. La primera experiencia que recuerda es cuando a los diez años se empeñó en acariciar un potro recién nacido, mientras su madre relinchaba. Lo acarició tanto que se entró con él a la casa de su finca. “Fue una experiencia sui generis, que duró muy poco”, dice.

Unos años más tarde, por puro orgullo, perdió el miedo. “Mi hermana, cinco años menor, dio muestras de que empezaba a cabalgar y eso no lo iba a permitir. Así que comencé a irme por trochas, barrancos y sitios peligrosos con el caballo. Tuve mucha suerte de que no me pasara nada”, explica entre risas.

De montar por barrancos pasó a la equitación. “Me aburrí. Prefería estar en la finca haciendo lo que yo quería, y no hombros atrás, talones abajo, espalda recta, vista al frente, como encorsetado. Era mi sensación en esa época, ahora entiendo que eso busca una disciplina que lleva a un atleticismo, pero hay varios caminos para llegar a lo mismo, y mi inquietud es encontrar la ruta más positiva para ambos”, afirma.

Al crecer se alejó por completo del tema. Por culpa de la crisis económica de finales de los noventa se fue a España con su familia y allí estudió Filología en la Universidad Complutense. “Aprendí muchas cosas que hoy en día aplico con estos animales. Hay normas, patrones, secuencias, unidades de sentido, como en cualquier lenguaje corporal, silencioso y siempre emocional”, asegura.


Luego hizo un curso de técnicas mentales y se convirtió en instructor, “y al entrar en contacto con mi subconsciente me llevó a darme cuenta de que estoy aquí para trabajar con los equinos”.

Decidió regresar a Colombia e irse a vivir a Barichara, en Santander, para emprender su nuevo camino con los caballos. Tres años más tarde, en 2010, se topó con el trabajo de Carolyn Reysneck en internet. “Vi a una mujer mayor con un caballo muy fogoso en libertad, mirándola, que estaba presto a moverse con brillo y, al mismo tiempo, relajado, pero concentrado, muy seguro de sí mismo. ¡Esto es lo que quiero hacer!”. Ella estaba buscando un asistente. Así que mandó una carta y un video, preparándose para un no, pero obtuvo un sí.

Primero estuvo en un santuario de mustangs, regentado por una alumna de Reysneck en California. “Me entregaron un grupo de cinco mustangs rescatados, recién traídos del monte y ahí aprendí la lección fundamental si uno quiere relacionarse con un caballo: sentarse con ellos y no hacer nada, absolutamente nada, algo que nos cuesta mucho a los occidentales. Me di cuenta de que los dos primeros aperos más importantes para entrenarlos son una silla de plástico, un libro y estar, simplemente estar, trabajar en sus tiempos, en cambio de imponerles el nuestro. Ya habrá espacio para que se ajusten a nuestras agendas”, dice.

Luego se fue al rancho de Carolyn a trabajar con caballos que en su mayoría tenían problemas de comportamiento y con otros purasangres rescatados, con los que aprendió a jugar en libertad. “Ella es un personaje muy peculiar, pero me dijo que cualquiera había podido descubrir lo que ella descubrió. No es un talento misterioso, sino simplemente que deseaba con todo su ser entrar en su mundo y que la aceptaran en sus términos”.

Después de seis meses regresó a Bogotá y en el Club Bacatá empezó a amansar caballos para deporte, se unió a la red independiente de entrenadores en libertad –es el único hombre– y comenzó a pronunciar conferencias en países como Argentina y España. “Cuantas menos calorías gastemos para lograr su respuesta, mejor lo estamos haciendo. Ellos ya tienen toda la sensibilidad del mundo, somos nosotros los que debemos estar atentos para ser claros y precisos en nuestros movimientos, en nuestra actitud, en nuestra respiración y en nuestras emociones, para que a ellos les quede fácil reconocer las secuencias y los patrones”, explica.

Cuenta que, sin duda, los caballos más difíciles de trabajar son aquellos criados como perros. “A un perro lo acostumbramos a que nos empuje, a que nos ponga las patas encima. Cuando un potro hace lo mismo, se puede ver muy tierno, pero siempre hay que imaginárselo con 500 kilos encima. Después, cuando son adultos, la solución para cambiar ese tipo de comportamientos es a punta de dolor”, dice.



En Colombia, las respuestas ante este tipo de entrenamiento han sido diversas, asegura Martin. “Hay gente que me ha confiado sus caballos, pero no ha querido estudiar conmigo; gente que no ha sido para nada receptiva, que no ha podido entender ni la primera cosa, y, afortunadamente, existen personas que les ha encantado”, afirma.



RUMBO A AUSTRALIA

Australia fue una sorpresa del destino. “En 2013 dicté dos cursos allá y vi un ambiente ecuestre muy distinto, en el que rara vez hay empleados que cuiden a los caballos. En ese país los mismos dueños los cuidan y eso cambia todo, no es como aquí, que la gente se baja del carro y ya tienen el caballo ensillado, y otro es el que lo cuida”.

En junio de 2015 se fue definitivamente a vivir a Brisbane junto a su esposa. Actualmente dicta cursos en distintas ciudades de Australia y trabaja en centros ecuestres o en las casas.

Por ahora, su gran reto, asegura, sigue siendo el comercial. “Un fin de semana es la cantidad de tiempo que la gente está dispuesta a separar para aprender algo nuevo. Es más complejo decirles que tomen un curso de unos meses, salvo que sea una formación profesional con la que después ganen más plata”, dice. Lo mismo sucede con el entrenamiento, la gente pregunta cuánto se demora.

“Nadie tiene en cuenta que convertir a un potro en un caballo de silla es un proceso que resulta muy comparable a un tratamiento de fobia. Sí, así como lo oyes, es decirle, ‘hola, soy un depredador, tengo los ojos juntos, muestro los dientes y me voy a sentar encima de ti, pero quiero que te relajes’. En terapia nadie pregunta en cuánto me arregla el niño”, explica.

Por ahora está convencido de que la amistad sí se puede dar entre dos especies. Y sus caballos son sus amigos. Se nota que lo siente y que así lo vive. “Cuando estoy jugando con ellos siento una paz en movimiento, una paz activa. Hay otros momentos, cuando estoy en pausa, que es una forma muy natural de meditación”, concluye con una sonrisa. solo un casco bien calado y un buen taco en la mano.

¿Y LAS TERAPIAS?

Por su gran sensibilidad, el caballo se emplea en muchas terapias, como las que ayudan a los niños con autismo. Sin embargo, Martín no comparte un especial entusiasmo hacia este tipo de procesos. “Lo utilizan como un objeto. Entonces, la persona llega, vomita sus traumas y del animal quién se ocupa… He visto de todo, hay quienes lo tumban al suelo, lo amarran y entonces el caballo suelta mucho cortisol y entra en shock. Luego ponen al paciente a que se acueste encima del animal y le cuentan una fábula. Me llaman la atención las terapias en las que ambos crecen juntos, no uno a costa del otro”.


Fuente: http://revistadiners.com.co

Desconectado fernando gaviria

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Re:Martín Contreras: El Señor De Los Caballos
« Respuesta #1 : Agosto 23, 2016, 07:08:47 pm »
Martín es ejemplar, saludos a todos.

Fernando