Autor Tema: historia de la doma natural  (Leído 1583 veces)

Desconectado Anderson D.N.E

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historia de la doma natural
« : Mayo 31, 2015, 06:38:02 pm »
Historia de la Doma Natural
La doma natural se desarrolla en el continente americano después de la colonización. Todos los caballos que existían en América desaparecieron completamente y para dar respuesta a este suceso existen varias explicaciones pero no se tiene certeza de las causas de este hecho.
El naturalista Charles Darwin escribió: «Es ciertamente un acontecimiento maravilloso en la historia de los animales que una especie nativa haya desaparecido para ser sucedida, en épocas posteriores, por las innumerables manadas introducidas por el colonizador español»
La historia comienza el 23 de mayo de 1493, con un escrito de los reyes católicos que autorizaban enviar a las indias veinte caballos y cinco yeguas escogidos en el reino de granada.
Los Reyes Católicos escribieron a su secretario Fernando de Zafra para que escogiese veinte lanzas jinetas junto a cinco "dobladuras" hembras de entre la gente de la Santa Hermandad y con este hecho reinicia la historia del caballo en América.
Estos primeros caballos zarparon hacia las indias el 25 de septiembre de 1493, en el segundo viaje de colon, para poder desplazarse por largos recorridos y por zonas selváticas, el caballo se convertía en una herramienta indispensable para los conquistadores, cuando el equino se aclimató en la isla de Santo Domingo, su cría se extendió a las otras Antillas y a Centroamérica, de donde se proveyeron de caballos a casi todas las expediciones del descubrimiento y la conquista. Pizarro fue autorizado a llevar montados de Jamaica al Perú, y de allí Valdivia se abasteció parra ir a Chile, de donde pasarían a la Argentina.
Para los indígenas ver los caballos era algo totalmente escalofriante, algunas tribus aseguraban que era deidades, asumían que el binomio,(jinete-caballo) era un solo ser, después de muchos enfrentamientos y experiencia les permitió atacar halando las riendas de los caballos y desequilibrando el jinete.
Ya sea porque algunos animales se escapasen o porque los dejasen en libertad, en ciertas regiones en poco tiempo se observaron manadas de caballos alzados o cimarrones, fenómeno que se había constatado anteriormente en Rusia, España y otros países.
En América, las cimarronadas más grandes se encontraron en el oeste de Estados Unidos, en los llanos de Venezuela y en la pampa argentina
Los primeros indígenas que se encontraron con los equinos que quedaron en la expedición de Mendoza, aprendieron a amansarlos, y de esa unión hombre-caballo resultó una poderosa combinación que implicó una revolución de las estructuras sociales, políticas y económicas de los nativos de la pampa y de los araucanos que llegarían de Chile.
A través de su profunda comprensión de la tierra y su conexión con ella, las comunidades indígenas han administrado su entorno en forma sostenible durante generaciones. Lo que les permitió establecer una conexión casi espiritual con los caballos, de respeto, comunicación bilateral, comprendiendo su comportamiento y pocos años se convirtieron en grandes jinetes, mucho mejor que los conquistadores,
El coronel Wlather dice en su libro La conquista del desierto: «Antes de la introducción del caballo en las pampas, andaban y combatían a pie, pero cuando adaptaron el cuadrúpedo a sus costumbres, se convirtieron en habilísimos jinetes, transformando a los equinos en valiosos auxiliares para la guerra. Ello les permitió ganar movilidad y rapidez de acción en sus correrías».
Sobre los caballos de los indígenas de la pampa, una de las primeras referencias se encuentra en lo que escribiera el virrey Ceballos en 1777, al referirse al plan que quiso poner en práctica contra los enclaves indígenas. Allí dice: «Yo medito que se haga una entrada general en la vasta extensión a donde se retiran y tienen su madriguera estos bárbaros, favorecidos en la gran distancia y en la ligereza y abundante provisión de caballos de que están provistos».
El capitán F.B. Head, en su libro Las Pampas y los Andes, escribe al respecto: «Los gauchos, que son magníficos jinetes, declaran todos que es imposible correr con un indio, porque los caballos de los indios son mejores que los suyos, y también que tienen una forma de impulsarlos por medio de gritos y de movimientos peculiares de sus cuerpos, que, aun si cambiaran los caballos, los indios ganarían». Martiniano Leguizamón hizo notar por su parte que «el indio fue el maestro del gaucho en el manejo del lazo y de las boleadoras».
Lucio V. Mansilla escribió: «Los indios no echaron pie a tierra. Tienen ellos la costumbre de descansar sobre el lomo del caballo. Se echan como en una cama. haciendo cabecera del pescuezo del animal, y extendiendo las piernas cruzadas en las ancas, así permanecen largo rato, horas enteras a veces. Ni para dar de beber se apean; sin desmontarse sacan el freno y lo ponen. El caballo del indio, además de ser fortísimo, es mansísimo. ¡Duerme el indio!, no se mueve. ¡Está ebrio”, le acompaña a guardar el equilibrio. ¡Se apea y le baja la rienda”, allí se queda. ¡Cuánto tiempo”, todo el día. Si no lo hace es castigado de modo que entienda por qué. Es raro encontrar un indio que use manea, traba, bozal y cabestro. Si alguno de esos útiles lleva, de seguro que anda redomoneando a un potro, o es un caballo arisco, o enseñando a uno que ha robado en el último malón. «El indio vive sobre el caballo, como el pescador en su barca: su elemento es la Pampa, como el elemento de aquél es el mar. (…) Todo cuanto tiene dará el indio en un momento crítico por un caballo.»
Estos era algunos relatos de los conquistadores donde se daban cuenta de la superioridad de los indígenas como excelentes montadores y domadores, donde realizaban todo de un modo más natural, sin castigos ni dispositivos de manejo que permitía tener las manos libres para portar armas y atacar con una mayor efectividad, a su vez al caballo se le posibilitaba trabajar de una forma voluntaria y cooperativa.
Por: doma natural equina.