ARTICULO HECTOR RINCON. ESTE PERIODISTA TAMBIEN ESTA EN LA LUCIERNAGA DE CARACOL, DONDE LOS DOS ULTIMOS DIAS SE HA HABLADO DEL CASO DE FEDEQUINAS.
LO IMPORTANTE ES RECLAMAR CON RESPETO.
13/08/08
Volvieron los caballos
Ni más faltaba que los presidentes, los ministros, y los obispos y los arzobispos y todos los demás ciudadanos portadores de dignidades, no pudieran tener sus entretenimientos por el hecho de ser quienes son y por el significado que tienen sus cargos y sus nombres y sus responsabilidades.
Claro que sí. Toda afición es respetable aunque desde luego que esa bendición no la merezca el reducidor de cabezas o el coleccionista de pornografía infantil, por ejemplos. Aunque me parezcan aburridísimos los hobby de ir por la vida recogiendo estampillas, disecando arañas, comprando discos de acetatos, desmanchando tazas, almacenando libros incunables, acaparando camisetas de equipos, brillando escuditos de clubes, lagarteando condecoraciones, enmarcando pergaminos y etcétera, etcétera, pues hay gente así y con ser así a nadie hace daño aunque no les hemos preguntado a sus familiares cercanos.
De muchos presidentes se han sabido sus gustos. Cuentan que a Rojas Pinilla le gustaba el fútbol y sabía verlo; a Guillermo León Valencia la cacería; a Alberto Lleras la bicicleta, lo mismo que a César Gaviria; a Ospina Pérez las orquídeas como a su esposa doña Bertha; algo que no sabemos debía gustarle a Barco y algo que todos supimos le gustaba a Turbay; a Pastrana Andrés le encantaba coleccionar fotos de él con las personalidades del mundo con las que se topaba, qué cansancio, qué inutilidad, qué encarte.
Y a Uribe le gustan los caballos. Un gusto irreprochable que Uribe ha desarrollado desde niño. Y se reclama el título de muy experto no solo en montarlos, sino en domarlos. Y en herrarlos. Desde luego que sabe cómo apretar la cincha y cómo templar el freno y acortar estribos. Sabe llevar la bestia de cabestro y es cuidadoso en el momento de colgar la brida después de la cabalgata. Todo eso sabe el Presidente. Y está cómodo arriba, de jinete, cuando va al trote o al galope, o cuando la yegua lleva eso que llaman paso colombiano que es el momento en el que el animal va como reprimido, caminando como con las uñas pintadas, todo frenado, como si le quitaran a la fuerza el ímpetu esencial de desmadrarse por las colinas y por las vegas que es como concibo a los caballos: inmensamente libres.
A Uribe le gusta llevarlos corticos de frenos. Te movés hasta donde te deje. No te me desbocarás nunca; libre jamás. Uribe, chalán, es muy parecido a Uribe, presidente. Lo he visto algunas veces haciendo demostraciones de destreza (de dominio, sobre todo de dominio) cuando va con su sombrerito y su ponchito, en una mano lleva la brida, en la otra el tintico para que viás que no se me derrama ni una gota. Todo controlado.
Me parece que en las últimas semanas el Presidente ha sido más jinete que en los últimos años. Tal vez es un síntoma de la nostalgia que lo agobia tras seis años de mucho Palacio y de poco potrero, tal vez. El siete de agosto nos pasaron por televisión una clase de equitación silvestre que el Mandatario dio en una escuela de la Policía en Bogotá. Y días después se vieron muchas fotos y videos del Presidente montando a una yegua —‘La Pecadora’ se llamaba— en la feria equina de Medellín.
Fue raro ver un espacio dedicado al tema, pero lo abono al desprograme de un día de fiesta. Algún lambón debió decidir que era material de interés público. Pero fue más raro ver al presidente Uribe condecorando con una Medalla al Mérito Cultural a un club —Asdesilla— que se dedica a la cría y doma de caballos y que es muy respetable y muy antiguo, pero se dedica a la cría y doma de caballos de paso.
No sé qué tenga de cultural Asdesilla, que quizás merecería una condecoración del Ministerio de Agricultura, pero no una medalla que suele concedérsele a instituciones como las Orquestas Filarmónicas o los Festivales de Teatro. Pero Uribe, en su ‘goma’ ancestral y con su poder empecinado, ha elevado la montada a caballo a la categoría del arte.