Mientras más se profundiza en el tema de las exposiciónes, más evidentes se hacen las obviedades en que vivimos y que jamás hemos notado.
La nuestra es la afición con mayor particularidad que conozco, o menciónen ustedes otro conglomerado de aficionados que se metan en un coliseo incómodo, más que inseguro, peligroso, embarrados hasta las pestañas 5 días seguidos, de 9:00 am a 1:00 am, a ver caballos como lo hicimos en Pereira 2009. Y cito esta feria porque coincidimos todos, en que fue una de las mejores de la historia. Yo sí quiero ver a los hinchas del fútbol hacer lo mismo. Ellos llenan un estadio si mucho por dos horas y salen mamados. Eso la hace tan formidable como complicado de mantener, más aún con el cambio generacional de la industria del entretenimiento.
Pero siguiendo con La Mundial de Pereira, cada uno no estuvo el 100% del tiempo destinado, a ver caballos en la pista, jugábamos cartas, veíamos y entrenábamos caballos por fuera, se charlaba con los amigos de siempre y los no tanto(en esa feria todos éramos conocidos, otra particularidad de la afición) se hacían negocios, se loliaba, se raspaba, comíamos, también le revolvimos mucho licor a eso, a palo seco sería muy difícil de aguantar. Ese evento era un micromundo en torno al caballo, donde había de todo y por eso nadie se aburrió.
Las ferias tienen que ofrecer novedad, integración y espectáculo, pero todo en torno al caballo y su cultura y no, convertirse en conciertos con competencias.
Las ferias chicas se deberían convertir en festivales para propietarios que se disfrutan más que una feria fracasada y mediocre.
Después de Pereira quedé con la sensación de no querer volver ver ningún táparo en mi vida y en enero estábamos de nuevo en Exporiénte.
Si de aficiones hablamos, guardando las proporciones en cuanto al número de personas, no se me ocurre una más parecida a la nuestra, Pereira 2009 que la Woodstock en los sesenta, comparada con el nivel de dedicación y disfrute del evento.