Por eso hago tanto énfasis en ponernos deacuerdo al hablar y discutir de algo. Todos tenemos una idea muy diferente en la cabeza de lo que son los caballos.
No podemos exigirle al movimiento la misma afluencia de público a las exposiciones, como hace veinte y treinta años y no porque la gente se haya alejado de estos eventos, sino más bien porque el mundo cambió en todos los sentidos y aún más en la forma de entretenerse. A los muchachos y a los no tanto, ya no les gusta salir de casa, los rating de la televisión privada están en picada y Netflix está absorbiendo el sector y empieza a poner en aprietos al cine, ni siquiera se sale a comprar comida, Rappi y Ámazon te llevan todo hasta la puerta. Vemos muchachos en sus treintas todo un fin de semana en calzones con sus novias, pegados del Xbox y El PlayStation como si no existiera nada más. Tampoco culpemos al mal ambiente de las exposiciones. Cuando empecé a asistir, recuerdo que me parecía muy extraño ver a un señor particular que se sentaba en un taburete, dentro de la pista y nadie le decía nada. Después se paraba agarraba su pistola de entre las piernas y se la empretinaba en la cintura. Luego viene a saber que era de apellido Gonzales y que había asesinado a un juez porque puso en evidencia la prótesis testicular de su caballo. En ese ambiente se desarrolló la mejor época de las ferias, si de asistencia hablamos.
Tenemos que hablar el mismo idioma para podernos entender, porque si todos pensamos que las exposiciones equinas, como las vemos ahora, es la cumbre máxima de los caballos criollos, estamos destinados a darnos un palmo de narices con la realidad. Cuando se proyecta el caballo como un asunto familiar, de propietarios, una alternativa para sacar a los niños, muchachos y adultos de la casa, avances como la prohibición de las picadas de cola es monumental, nos acerca a la realidad de lo que es un caballo y aleja al verdadero caballista del que solo es esclavo de la egolatría de las cintas de satín.
Las personas que ya no asisten a las exposiciones no es el problema real, las mismas quejas las he escuchado desde que tengo uso de razón, la rosca y la subjetividad de los juzgamientos eran los lamentos de cada ocho días en los raspaderos y las pesebreras, pero ahí estábamos todos otra vez en cada feria, abarrotando tribunas. Antes los jueces se "recostaban" según todos nosotros, a La Vitrina y a Chihuahua, luego fue La Luisa, La Alhambra y Santa Gertrudis, siguieron El Encanto, Barcelona y ahora estamos con La Ilusión... Nada ha cambiado, Lo diferente es que internet masificó la información y ahora "el cafetín" es mucho más grande. El verdadero lío es que el recambio generacional es muy diferente, con otras necesidades y gustos. La verdadera solución es un recorte casi dramático de las exposiciones convencionales y la innovación en conceptos y formatos nuevos.
Hay que convertir concepto de Cultura Agropecuaria en un lujo, desde la alternativa al mundo de los cables y los pixeles,