Desconocer la historia y creer que el universo comenzó con nuestra generación de las computadoras y las comunicaciones fáciles y rápidas, unido al mundo de la televisión y creer a pie juntillas que antes de eso no existía la civilización es una postura cómoda y tonta pero que muchos asumen casi sin darse cuenta. El caballo representa una de las mayores conquistas de la humanidad, la historia del hombre está unida a este animal como a ningún otro en la historia, las epopeyas griegas tienen al caballo como protagonista principal, con ejemplares cuyos nombres aún perduran en nuestra memoria, cómo olvidar a Janto, Balio, Pegaso y muchos otros. Es difícil pensar en íconos de la historia desligados del caballo, el gran Alejandro pone el mundo a sus pies, Julio Cesar cruza el Rubicón a lomos de un caballo y no se concibe un Atila, un Gengis Khan un Napoleón o Simón Bolívar, San Martin o Washington sin un caballo. Esto solo por nombrar a grandes personajes de la historia de la humanidad, pero igual podríamos decir de las más sencillas y comunes labores del hombre del pueblo, siempre unido indefectiblemente al caballo. Tampoco se puede uno imaginar las campañas libertadoras de nuestra América sin la presencia de nuestro noble animal.
Es tan relevante el caballo en la humanidad que aún en las mismas escrituras sagradas judeo-cristianas y musulmanas, nombran y alaban la fuerza, el poder, la belleza y la elegancia de los caballos. En la Biblia se cuenta el número de caballos de reyes poderosos y según su cantidad se hacían más fuertes, por último el simbolismo del caballo se demuestra en los jinetes del apocalipsis. No falta decir que en el Corán no solo se alaba al caballo sino que se le considera una bendición, por eso para el pueblo árabe el caballo es una insignia de su identidad casi reverencial. El caballo es un emblema de prestigio, de poder, de belleza y lealtad. Su presencia está unida en la actualidad a reyes, jeques, deportistas famosos, ricos y poderosos de la tierra, así como a humildes granjeros, campesinos, pueblo raso que lo usa en las más sencillas y a veces heroicas labores de trabajo donde ganan el pan para su sustento y el de sus familias. También, por supuesto, a amantes de estos ejemplares, como es el caso de nosotros los caballistas, quienes lo usamos para el deleite y esparcimiento propio y de quienes los contemplan.
La conquista de nuestro suelo americano por los españoles fue mucho más fácil debido a la atemorizante presencia de los hombres montados en sus corceles, sin ellos tal vez no hubiese sido posible que unos pocos lograran vencer a verdaderos ejércitos de aborígenes que nunca habían contemplado a esos extraños y poderosos animales, los caballos. Así mismo la colonización y fundación de nuestros pueblos está unida entrañablemente al fiel y constante compañero del hombre en la historia de sus conquistas, el caballo. Negar esto es desconocer y renunciar a un elemento fundante de nuestras raíces, de nuestro más fiel compañero y orgullo de nuestros ancestros, el caballo.
La cómoda posición de muchos pseudo ambientalistas y protectores de animales al prohibir y legislar en contra de las cabalgatas atenta contra un fundamental icono de nuestra historia, fuente de alegría y regocijo para casi todos, base del sustento de numerosas familias, esparcimiento gratuito para el pueblo y estandarte invaluable de nuestras raíces. La presencia y el derecho a las cabalgatas no debería siquiera de ser discutido, reglamentado con base al derecho y las posibilidades reales es por supuesto algo necesario y lógico, pero muy diferente a la prohibición.
Es verdad que la historia del caballo de paso colombiano está unido a muchos personajes oscuros de nuestro acontecer, pero estigmatizar por esto a quienes realmente amamos al caballo es como hablar mal de Wagner por que Hitler lo escuchaba con placer y condenar a quienes hoy lo escuchen por ser nazis, del mismo modo podría citar incontables símiles de ejemplos donde no se puede ligar el objeto con el sujeto de por vida y satanizarlo por ello. Eso es lo que tratan de hacer y aprovechar muchos personajillos para sacar partido en contra de las cabalgatas.
Algunas veces usan argumentos tan ridículos como la pinta de los jinetes y amazonas, como si no estuviera constitucionalmente permitido el libre desarrollo de la personalidad para todos y la posibilidad de vestir y expresarse libremente sin perjuicio para otros. Decir que se maltrata a los caballos es otra de sus tesis, cuando realmente los que lo criamos somos quienes más lo amamos, en una pasión que en pocas ocasiones es redituable económicamente para quienes lo hacemos, si eso no es amor entonces que sean ellos los equinocultores del futuro, pero muy probablemente como dice el popular refrán ni rajan, ni prestan el hacha. Estos son los lamentables personajes en cuyas manos está el destino de nuestras expresiones culturales y símbolos innegables de nuestra historia e identidad.
La calumnia y la infamia es el arma de los cobardes, por eso es fácil para algunos demonizar a quienes crían caballos, señalarnos es fácil porque somos muy evidentes y lo que hacemos lo hacemos con verdadera e innegable pasión, pero eso es un estigma lejano de la realidad, hoy, salvo contadas excepciones, quienes criamos caballos lo hacemos con una tradición y un legado que llevamos con orgullo y legalidad, muchas veces sin esperar ganancias, solo alimentados por la emoción y la alegría de ver nacer, criar, montar y disfrutar el magnífico animal de silla que orgullosamente llamamos caballo criollo colombiano.
Sentirnos señalados por algunos, afortunadamente pocos e irrelevantes, parece ser la condición y consecuencia natural de ser caballista, pues levantar la voz contra el gremio hace ruido y es indudable que para algunos puede ser rentable, como quienes escriben en contra de los criadores, algunos politicastros del montón y muchos falsos defensores de animales que desconocen lo más elemental de la crianza de un caballo. Sin ayuda de nadie, señalados y satanizados, el panorama para el gremio parecía sombrío y sin posibilidades a futuro.
Afortunadamente, ese sentimiento de orfandad que sentíamos los caballistas parece que ha tenido un cambio muy positivo con la presencia de la nueva junta de fedequinas, es loable sentir que se empieza a notar la presencia y el respaldo de esta entidad en favor y defensa de nuestros intereses y sobre todo, de esa grata y amada actividad como es el poder cabalgar a lomo de nuestros animales por las calles de nuestras ciudades, en una expresión de arraigo y pertenencia, sin causarle mal a nadie y colaborando con ello a nobles causas como siempre sucede.
Es indudable que el éxito de la gestión de los nuevos dirigentes está ligado a la colaboración decidida y comprometida de todos, pero tener a alguien que señale un norte es diferente a caminar en la oscuridad, felicitaciones a los nuevos dirigentes porque se empieza sentir que cosas nuevas nos esperan y que con el concurso de todos, probablemente alcanzaremos un final feliz y promisorio para todos.
Sinceramente
CENTAURO95
Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla. Stanislaw Jerzy Lec