Simplemente en los caballos, la genética deseada de sus padres o antecesores relacionada con el aíre, se refleja en los movimientos que marcan los compaces a la hora de andar, en donde se asocian la sonoridad, la claridad y la compensanción al desplazarse. Estos movimientos no son fortuítos, son aportes genéticos que determinan la pureza de su andar a la hora de ser juzgados. Genéticamente, esta pureza se determina con más precisión al evaluar los posteriores, pues finalmente se consideran casi inmodificables al ejercer desplazamiento más cuando presentan deficiencias, mientras que los anteriores pueden corregirse en caso de alguna descompensación. Tradicionalmente, un dicho muy acorde a esta importante pregunta: "Las Patas nacen, las manos se hacen...