El ajo posee multitud de propiedades beneficiosas para la alimentación del caballo. Conozcámoslas.
El ajo ha sido utilizado desde hace mucho tiempo para la salud humana y animal porque es una de las plantas que más propiedades beneficiosas posee. Es originario de Asia Central pero las primeras noticias de su utilización terapéutica provienen de Egipto hacia el año 1550 a.C., recomendándose contra infecciones y tumores e incluyéndose en la alimentación de los constructores de las pirámides para mantener las fuerzas. Los griegos fueron grandes consumidores de ajos frescos, y el médico romano Celso lo utilizaba contra la desnutrición y las fiebres. Entre los romanos también se elogiaban sus propiedades afrodisíacas.
La acción terapéutica del ajo es amplia; numerosos estudios han puesto de manifiesto sus efectos hipotensores, vasodilatadores, antisépticos estomacales y pulmonares, así como efectos fungicidas y expectorantes. Se han demostrado también sus efectos favorables sobre la circulación sanguínea, la depuración de la sangre, la fluidificación de las mucosas, la función digestiva, así como interesantes efectos contra los parásitos y los insectos. Favorece también la regeneración de la flora bacteriana intestinal. Contiene en particular vitaminas A, B1, B3, C, E, colina, minerales (P, Mg, F, Na, S, Fe, Zn, Cu y Se) y aminoácidos importantes para el caballo como la glicina, triptófano, metionina, lisina…
Se puede administrar durante todo el año para que el caballo se aproveche de su acción benéfica contra las infecciones, los parásitos digestivos y pulmonares y, en verano, para evitar las molestias de los insectos.
Fuente: Eki.es