Esta fila está bien larga, llegó el turno.
Yo confieso:
Que entré a los caballos por una pasión innata pero sin saber nada. (En 2007 no distinguía, teóricamente ni en la práctica, un fino de un trotón.)
Que viendo a Tormento de la Virginia en la Nacional de Bogotá en 2007, decidí que quería tener caballos.
Que me leí todos los libros de estrada, y no entendí un carajo. Luego me compré todas las revistas de Fedequinas y fue peor.
Qué la primera potranca que compré era (disque) trotona, cerrera, mora melá, de 3 millones y con tayrona en el registro (sólo tenía medio registro, la mama era GA), y creía que si le ponía un caballo con mil FC en su registro me saldría algo bueno.
Hoy la recuerdan como la popular “bugs”. Un amigo, muy querido, un día me sugirió que la yegua no había necesidad de sacarla de la pesebrera de cabresto, que se podría coger desde afuera, levantándola de las orejas.
La yegua no se pudo terminar de arreglar, pero puedo decir que fue la mejor época de este cuento, la raspé, la cabalgatié y me la gocé toda, hasta me alcancé a emocionar, tuvo una época al comienzo muy buena.
Parió una cría que, al menos durante un fin de semana, fue potranca. Resulta que la potranca en realidad era un machito, pero el capacitado administrador encargado no había podido distinguir entre una estaca y la otra vaina. (Algunos, acertadamente, sugirieron el nombre de Confucio para el ejemplar.)
Este potro era trochador muy muy bien movido (o muy gustador, más de uno estoy seguro que aquí lo recuerda), pero moro, calzado de 3 patas y 10 cms por debajo de la alzada.
Confieso que llegué con mi bugs a una pesebrera muy bacana, en dónde muy amablemente me recomendaron que abriera los ojos que esa yegua no iba para ningún lado, que me tenían la que era. Hice caso. Se fue la bugs.
Siguiendo el consejo llegó otra P1, de excelente fenotipo (castaña cerrada, 138, pecho ancho, raya mula) más bonita se dañaba; y registro con Maracanzo y Napoleón. Una rechimba. La yegua tenía dos inconvenientes: (i) El precio. Se pagó el doble exactamente (aunque me fue bien, se que otros han pagado muchas veces más de lo que valen) (ii) Trotaba unos 2 metros y los otros 50 del recorrido… todavía no se que hacía. ¡Al menos nunca se afinó! Que conste.
Confieso que la yegua me gustaba, pero que no tenía el criterio suficiente para determinar que no iba a dar más, por eso, seguía creyendo consejos que no debía.
Confieso que el cuento acabó mal por confiado y por no haber firmado un contrato con condiciones claras. Aquí sí, “lo mordió la vaca” dirá algún colega. ¡Pues me mordió! …casa de herrero...
Un día se vendió.
Confieso que tenía una sociedad con un embrión del cual salió una potranca (esta vez fui a ver si sí era) que nació tal cual como yo me la imaginaba. Hice lo que pude y me quedé con ella completa.
Confieso que la he criado a pulso, sin escatimar un solo peso. Estuvo 5 cms por debajo, y ahora los mide por encima. Hoy tiene 24 meses, es castaña cerrada (a veces se ve zaina), está esperando la silla y les confieso, esta si es la peor espera de todas: esa justo antes de empezar una potranca y todo mientras dure el arreglo.
Ya confesaré que pasa con la susodicha.
Confieso que me quise retirar del gremio cansado de tumbadas, mentiras, hipocresías, y falsas amistades. Confieso que aun hoy me sigo enterando de detalles nuevos de tumbadas pasadas como el de una yegua que iba para receptora y me recomendaron como de cría. (La recibí, sin saber.).
Confieso que me fue bien con la receptora, le saqué cría (buena) y ambas las vendí y les gané!!! Confieso que cargo buena espalda pa vender. (Sin saber que era receptora aclaro. De eso, repito, me enteré hace muy poco.)
Confieso que estoy agradecido con todos los que he conocido en el gremio, que de todos he aprendido, a veces perdiendo, plata, no mucha por lo menos; y amistades. Pero también ganando, efectivo, tampoco mucho pero ahí vamos; y amistades de gente muy querida y de bien.
Confieso que ese cuento que así sean verdes pero buenos es paja, las que no son castañas o zainas entran a la pista y a todos lados perdiendo, sobre todo en diagonales…
Confieso que me gustan los diagonales porque me desacomodan los calzoncillos, esa vaina que uno parece de a pie y que no le produce na (salvo que sea un fino de esos que nunca va a tener plata pa compra o uno como el hijo de zodiaco de murra o el de Pereira que fue a parar dnd el tigre tony) no me emociona ni 5.
Confieso que añoro a la bugs, a la don danila (también conocida como la p5), al pollo mareao de tenjo antes o después de una cabalgatica, y sobre todo, a la misteriosa e inagotable fuente de guaro. Que me acuerde nunca escaseó el antioqueño tapa azul, ni el tolimense tapa roja, ni el boyacense líder, ni el cundinamarqués cristal verde (si es que a eso se le puede llamar guaro)…
Confieso que, en la práctica, aún no distingo algunos trotones de trochadores y viceversa…
Confieso que aunque traté y aunque casi me cuesta la falange distal del tercer dedo de mi mano izquierda, no he podido dejar los caballos. Esta vaina, al parecer, es de por vida…
Saludos.