Los caballos rara vez tienen las orejas quietas.
Como las antenas de radar al explorar el cielo, no dejan de moverse en todas las direcciones recogiendo los mas leves indicios sonoros procedentes del entorno. Para los salvajes antepasados del caballo domestico esto era de especial importancia, ya que la única manera que tenían de protegerse del peligro era huir rápidamente. Era vital advertir la menor señal de amenaza y echar a correr a toda velocidad una fracción de segundos antes que el depredador saltara para atacar. Las orejas eran el aparato de alarma de los caballos.
Como la posición de las orejas varía según la actitud que adopte el caballo, aquella puede ser interpretada como una señal por sus congéneres. Un caballo sabe en que estado se encuentra otro caballo solo con mirar como mantiene o como mueve sus orejas. Así pues, las orejas desempeñan una doble función: la de advertir señales sonoras y la de hacer señas. Estas señales resultan extraordinariamente eficaces por lo conspicuas que son las orejas de este animal. En otros ungulados, como las vacas, los antílopes y los ciervos, los movimientos de las orejas son menos evidentes debido a los cuernos que dichos animales poseen. Pero las orejas de los caballos, al no haber nada que las oculte se distinguen muy bien incluso desde distancias considerables o cuando del animal solo se aprecia la silueta.
Cuando el caballo no tiene intención de comunicar nada, las orejas están vagamente erguidas, con sus aperturas dirigidas hacia delante y hacia fuera, explorando la zona que se extiende frente del animal y a ambos lados del mismo. Esta es la posición que permite al caballo vigilar mejor los alrededores. Pero en cuanto oye algún sonido extraño inmediatamente orienta una o ambas orejas hacia el mismo para examinarlo mas detenidamente.
Si el sonido le resulta extraño o lo alarma el caballo vuelve toda la cabeza e incluso todo el cuerpo hacia el lugar de donde aquel procede y yergue al máximo las orejas, manteniéndolas tiesas y con las aperturas orientadas directamente hacia lo que acaba de oír. Las orejas erguidas o aguzadas son propias del caballo sobresaltado, vigilante o simplemente interesado, y cuando alguien o algo se le acerca por delante.
Lo opuesto a las orejas erguidas son las orejas horizontales, es decir caídas hacia los lados y con las aperturas orientadas hacia el suelo. Esta es la posición que adopta el caballo cansado o aletargado, o el que ha perdido todo el interés por el mundo que le rodea, e indican claramente que el animal esta decaído. A veces esta posición se exagera y se convierte en la de orejas caídas, en las que estas penden laxas a ambos lados de la cabeza. El caballo adopta esta posición cuando esta adormecido o cuando experimenta algún dolor y quiere aislarse por completo. Estas posiciones horizontales sirven para reconocer la propia inferioridad en los enfrentamientos por imponerse en la organización jerárquica o en encuentros en los que pueda haber tensión. De esta forma el caballo que se considera más débil comunica al otro que no tiene la intención de desafiarlo y que reconoce su superioridad.
A veces se puede observar que los caballos montados llevan las orejas caídas y hacia atrás. Esta señal especial, en que las orejas sobresalen lateralmente y llevan las aperturas orientadas hacia atrás, en dirección al jinete, indica que el caballo teme al jinete y se somete a su voluntad. La lateralizad de esta posición denota sumisión del animal y la orientación hacia atrás de las aperturas demuestra la necesidad de del caballo de captar hasta él mas leve sonido procedente de la imponente figura con que carga. Esta posición es habitual en los caballos cuyos propietarios son proclives a la brutalidad. También se observa cuando un macho y una hembra inician el cortejo. La hembra suele adoptar esa posición cuando se acerca a un semental, llevada por sus necesidades sexuales. Se siente atraída hacia él, pero al mismo tiempo le teme y así se lo indica con las orejas. Para él la sumisión que ella demuestra actúa como un inmenso estimulo sexual y le garantiza que no será recibido a coces si se aproxima a ella por detrás.
Si el miedo ordinario se convierte en pánico, el caballo vuelve a adoptar con las orejas a posición de alerta. Las yergue o aguza y al mismo tiempo las mueve en todas las direcciones, casi espasmódicamente. Cuando un caballo tiene las orejas inquietas es muy probable que este a punto de desbocarse.
En el otro extremo de la escala emocional, el correspondiente a enfurecimiento, la agresividad y la dominación, está la característica señal de las orejas planas, en la que el caballo pega las orejas a la cabeza, de forma que casi desaparecen de la vista. Cuando el caballo se encoleriza, visto en silueta casi parece que no tenga orejas, y al respecto de esto se ha insinuado que una de las razones de que al hombre le resulte tan fácil dominar al caballo es que, para este, debemos tener aspecto de estar furiosos o decididos a imponernos, puesto que tenemos las orejas pegadas a los lados de las orejas. En el lenguaje equino esto nos da una apariencia muy intimidadora y ellos no pueden hacer nada- deben de pensar- para hacernos abandonar tan autoritaria actitud. Por dóciles que se muestren nunca les saludamos irguiendo las orejas o las dejamos caer hacia los lados con mansedumbre.
Existe una buena razón para que las orejas planas denoten agresividad. Esta posición se deriva de la que el caballo primitivo adoptaba para protegerse las orejas de los ataques de sus rivales; al pegarlas a la cabeza quedan menos expuestas a los mordiscos. Mediante el proceso evolutivo, esta antigua posición de defensa se ha ido incorporando al lenguaje corporal equino.. En lugar de estar reservada exclusivamente para momentos de lucha real, se emplea como gesto de amenaza cuando dos caballos rivales se enfrentan. El que desafía simplemente dobla al máximo las orejas hacia atrás anunciando que esta dispuesto a pelear si el otro quiere, a lo que este puede responder con una señal de sumisión o devolviendo la amenaza. De esta forma, habiendo reemplazado las señales a coces y mordiscos, los conflictos se pueden resolver sin tener que recurrir a la lucha verdadera.
Hay un contexto especial en el cual se producen dos reacciones desacostumbradas de las orejas de los caballos. Cuando un caballo de carreras esta drogado, lo que más claramente revela su estado es el extraño comportamiento de sus orejas. Si se le ha dado un sedante, las orejas le cuelgan a ambos lados de la cabeza, incluso cuando esta activo. Y hasta que al andar se le muevan por inercia arriba y abajo, como si los músculos no actuaran sobre ellas. Por otro lado, si se le han suministrado estimulantes, las orejas se le ponen completamente rígidas. Estos dos extraños comportamientos son síntomas sospechosos si se observan en un caballo antes de una carrera.
Por ultimo hay que recordar siempre que en la vida cotidiana el caballo mueve constantemente las orejas ( si no esta drogado), atraído por todo lo que oye. La movilidad de las orejas, que no dejan de volverse hacia uno y otro lado, denotan una atención y un interés cambiante. Los caballos advierten enseguida si algo en la distancia y en determinada dirección despierta la curiosidad de un miembro de la manada. Ellos también tienen aparatos de detección. Estos súbitos cambios de atención se pueden producir independientemente de otras consideraciones. Si un ruido viene de atrás el caballo volverá las orejas en dicha dirección sea cual sea su actitud general. Y solo cuando el acto de escuchar se haya consumado volverá a colocarlas en la posición más estable y duradera que corresponde a su estado de animo. Los caballos aprenden enseguida la diferencia entre los breves movimientos que sus congéneres realizan para atender y las posiciones más estables que adoptan para dar a conocer su actitud y tampoco resulta difícil para nosotros. Si aprendemos el sencillo “lenguaje” de las orejas del caballo, nos bastara una mirada para saber cual es el estado de animo de nuestros animales y conoceremos mas íntimamente su mundo.
