Hagamos un paralelo: en un momento prehistórico el hombre empezó a caminar erguido, apoyado únicamente en sus dos pies. Eso significó una evolución para la especie humana. Hoy todos los seres humanos caminamos de pie… pero no todos los hacemos con la misma habilidad: algunos trotan y corren largas distancias y/o a gran velocidad, otros bailan maravillosamente y otros saltan a gran altura. La evolución nos dio a todos la posibilidad de hacer esos movimientos, pero no a todos nos dio exactamente las mismas fortalezas. Podríamos decir, en leguaje coloquial, refiriéndonos a algún bailarín consagrado que “él nació bailando”, por expresar que desde bebé se movía con la música y tan pronto dio los primeros pasos lo hizo con ritmo. Otros en cambio, solo empezaron a bailar cuando eran adolescentes, y después de un riguroso entrenamiento se convirtieron en bailarines exitosos.
Quiero mostrar con el anterior paralelo, que la evolución permitió que se dieran las conexiones nerviosas y las conformaciones físicas necesarias para ejecutar un movimiento en particular (llámelo caminar erguido, correr, saltar, bailar o, en el caballo, andar por cuatro tiempos laterales). Hay algunos caballos que nacen caminando fino y otros a los que hay que trabajarles más para pulirles ese paso fino, que físicamente son capaces de ejecutar, pero que necesitan entrenar.
Con seguridad, si comparamos esos dos caballos (el que “nace caminando fino” y el que hay que entrenar con mayor regularidad para sacarle el buen fino) encontraremos alguna sutil diferencia en su genética más detallada que hará esa diferencia.
Es posible (y esto son solo conjeturas mías) que sutiles diferencias en el largo de los huesos o en sus angulaciones marquen la diferencia en la pre-disponibilidad para ejecutar el fino. O tal vez sea un asunto de energía, muscular o cerebral. Habrá que hacer muchas comparaciones para encontrar esa característica que nos indique que tipo de fino tiene un ejemplar.
Saludos,
Carlos Quiroz