De la afición por los caballos se desprenden variadas actitudes y deseos. Por ejemplo, quien adquiere una yegua cualquiera, desea obtener de ella una cría de la mejor calidad. Para tal fin busca un reproductor muy bien calificado. Con estos actos, ese aficionado, se transforma en un “caballista” con todas las de la ley: quiere perfeccionar sus conocimientos en todo lo pertinente a la ciencia equina. Pero sobre todo, empieza de una, a incursionar en el terreno de la selección. Quizás la tarea más difícil de cuantas asume cuando se matricula como criador de caballos. Tal empeño, por otra parte, exige toda la gama de conocimientos relativos a este amigo del hombre. Esa es precisamente la razón por la cual el presente intercambio de ideas (léase conversación) tiene el peligro de la divagación. Nosotros, sin embargo, trataremos, junto con el cuidado de conservar una ruta única, de aprovechar para el efecto, todo lo dicho en esta serie de comentarios, recuerdos, hipótesis y confirmaciones.
El uso común de la palabra enunciadora de este capítulo da a entender claramente su significado. En una actividad seleccionadora el ser inteligente muestra su tendencia general a superarse, intentando siempre ser mejor él y cuanto lo rodea. Con todo, para nuestro propósito debemos señalar lo que en el caballismo entendemos por “selección”.
Lo primero que se nos ocurre, como lo muestra el ejemplo traído al principio de este tema, es la tendencia a obtener un ejemplar mejor que sus padres. En este caso, que la yegua adquirida por el aficionado. Un concepto más elaborado consiste en la intención y la acción por mejorar el promedio. Esto supone la asimilación de la verdad que afirma: es más fácil progresar a partir de un grupo de ejemplares que de uno solo.
Al dar un paso más, nos encontramos ya con un concepto que encierra el de metodología de la selección: Enseña él que esta acción consiste en la fijación de un tipo (fenotipo y genotipo, etc. en nuestro caso) “ideal”, hacia el cual se debe tender; mediante la escogencia, entre otras elecciones, de los ejemplares, machos y hembras, visualizados como más capaces de acercarse, (cada vez más) mediante la reproducción, al modelo propuesto.
Se da otro concepto connotativo de menos imaginación. Más conformista. Es aquel que fija como meta de la selección la obtención de ejemplares conocidos y admirados por el criador. Es posible describir de otras maneras la palabra y la acción que nos ocupa. Creemos ser suficiente lo dicho para lograr el objetivo impuesto por el tema.
Requerimientos
Viniendo ya a los requerimientos generales de la selección, es preciso nombrar de primero, la conciencia de la realidad y operatividad de la ciencia genética. Ella posee unos principios fijos, inmutables, de los cuales, muchos entre los empeñados en seleccionar caballos, los han adquirido. Desafortunadamente, la intuición, la fuerza de la moda y la propaganda se mezclan con tales conocimientos para desfigurarlos, para simplificarlos de manera anticientífica y para cerrar los ojos a consejos y a evidencias.
Ejemplo de un principio elemental de la genética, turbado por los factores anotados, es la negación de la necesidad del grupo como base ineludible de la selección, defínase esta como se defina. La exigencia de la variedad se refiere, tanto a los reproductores, como a las yeguas. Suprimida esta multiplicidad como supuesto, es imposible encontrar para la “empresa selección”, una descripción adecuada. El desprecio de la aplicación de este postulado llevará al criador a metas no deseadas e incalificables como logros verdaderos. Pues en este caso entra a intervenir con más fuerza que la deseada el factor consanguinidad, bien difícil de manejar.
También: el seleccionador debe tener “corazón científico”